6 En aquellos días los hombres buscarán la muerte, y de ningún modo la hallarán. Anhelarán morir, y la muerte huirá de ellos.
7 La apariencia de las langostas era semejante a caballos preparados para la batalla. Sobre sus cabezas había como coronas que parecían de oro, y sus caras eran como rostros de hombres. 8 Tenían cabellos como mujeres, sus dientes eran como de leones, 9 y tenían corazas como de hierro. El estruendo de sus alas era como el de muchos carruajes de caballos que corren a una batalla. 10 Tenían colas semejantes a escorpiones y aguijones. Su poder estaba en sus colas para dañar a los hombres durante cinco meses.
11 Su rey es el ángel del abismo, cuyo nombre en hebreo es Abadón, y en griego Apolión.
12 El primer ¡ay! pasó. Después de estas cosas vienen aún dos ayes.
15 Fueron desatados los cuatro ángeles que estaban preparados para la hora, día, mes y año, a fin de matar a la tercera parte de los hombres. 16 El número de los jinetes era 200 millones. Escuché su número.
17 Así vi en la visión los caballos y sus jinetes. Tenían corazas de color fuego, jacinto y azufre. Las cabezas de los caballos eran como cabezas de leones. De sus bocas salían fuego, humo y azufre. 18 Por estas tres plagas, el fuego, el humo y el azufre que salían de sus bocas, murió la tercera parte de los hombres. 19 El poder de los caballos estaba en sus bocas y en sus colas. Las colas eran semejantes a serpientes con cabezas que dañaban.
20 El resto de los hombres, los que no murieron por estas plagas, no cambiaron de mente con respecto a las obras de sus manos para no adorar a los demonios y a los ídolos de oro, plata, bronce, piedra y madera, los cuales no pueden ver, ni oír, ni andar. 21 Tampoco cambiaron de mente con respecto a sus homicidios, ni a sus hechicerías, ni a su inmoralidad sexual, ni a sus robos.
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