2 Vi a un ángel fuerte que proclamaba a gran voz: ¿Quién es digno de abrir el rollo y desatar sus sellos? 3 Nadie en el cielo, ni en la tierra, ni debajo de la tierra se atrevía a abrir el rollo ni mirarlo.
4 Yo lloraba mucho porque no se halló alguno digno de abrir el rollo, ni de leerlo ni de mirarlo. 5 Pero uno de los ancianos me dijo: ¡No llores! ¡Aquí está el León de la tribu de Judá, la raíz de David, Quien venció para abrir el rollo y sus siete sellos!
6 Miré y vi un Cordero como inmolado entre el trono, los cuatro seres vivientes y los ancianos. El Cordero estaba puesto en pie. Tenía siete cuernos y siete ojos, que son los espíritus de Dios enviados a toda la tierra. 7 El Cordero llegó y tomó el rollo de la mano derecha del que estaba sentado en el trono.
8 Cuando tomó el rollo, los cuatro seres vivientes y los 24 ancianos cayeron delante del Cordero. Cada uno tenía un arpa y tazones de oro llenos de incienso, que son las conversaciones de los santos con Dios. 9 Entonaban un cántico nuevo, que decía:
11 Miré, y escuché una voz de muchos ángeles alrededor del trono, de los seres vivientes y de los ancianos. El número de ellos era miríadas de miríadas y millares de millares 12 quienes decían a gran voz:
13 A toda criatura en el cielo, en la tierra, debajo de la tierra, en el mar y a todas las cosas que están en ellos, escuché que decían:
14 Los cuatro seres vivientes decían: ¡Amén! Y los ancianos cayeron y adoraron.
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