3 Entonces dijo al hombre que tenía la mano paralizada: Levántate, ponte en pie en medio.
4 Les preguntó: ¿Es lícito en sábado hacer bien o hacer mal, salvar la vida o matar? Pero ellos callaban.
5 Al mirarlos alrededor con enojo, entristecido por la dureza de sus corazones, le dijo al hombre: Extiende tu mano.
6 De inmediato los fariseos tomaron consejo con los herodianos contra Él para matarlo.
11 Cuando los espíritus impuros lo miraban, caían ante Él y gritaban: ¡Tú eres el Hijo de Dios!
12 Pero Él los reprendía severamente para que no declararan Quién era Él.
21 Cuando su familia oyó lo que sucedía, fueron a echarle mano, porque decían que estaba fuera de sí.
22 Y los escribas que bajaron de Jerusalén decían: ¡Tiene a Beelzebul! Y: ¡Por el jefe de los demonios echa fuera a los demonios!
23 Los llamó y les dijo en parábolas: ¿Cómo puede Satanás echar fuera a Satanás? 24 Si un reino se divide contra él mismo no permanece firme. 25 Si una casa se divide contra ella misma no permanece firme. 26 Si Satanás se levanta contra él mismo y se divide, no puede permanecer, sino tiene fin. 27 Pero nadie que entra en la casa del valiente podrá saquear sus bienes, si primero no ata al valiente para luego saquear su casa.
28 En verdad les digo que todos los pecados y las blasfemias, cualesquiera que sean, les serán perdonados a los hijos de los hombres, 29 pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo no tiene perdón jamás, sino es reo culpable de pecado eterno. 30 Porque decían: Tiene un espíritu impuro.
33 Él les respondió: ¿Quiénes son mi madre y mis hermanos? 34 Entonces miró a su alrededor y dijo: ¡Aquí están mi madre y mis hermanos! 35 Cualquiera que haga la voluntad de Dios es mi hermano, mi hermana y mi madre.
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