3 Extendió la mano, lo tocó y dijo: Quiero, sé limpiado. Y al instante su lepra fue limpiada.
4 Entonces Jesús le dijo: Mira, a nadie digas esto. Solo vé y muéstrate al sacerdote. Presenta la ofrenda que Moisés ordenó para testimonio a ellos.
7 Le respondió: Yo iré y lo sanaré.
8 Pero el centurión le contestó: Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo. Pero solo dí la palabra, y mi esclavo sanará. 9 Porque yo también estoy bajo autoridad. Tengo soldados sometidos a mí. Digo a éste: Vé, y va; y a otro: Ven, y viene; y a mi esclavo: Haz esto, y lo hace.
10 Cuando Jesús lo oyó, se maravilló y dijo a sus seguidores: En verdad les digo: Ni en Israel hallé tanta fe.
11 Les digo que muchos vendrán del oriente y del occidente, y se reclinarán con Abraham, Isaac y Jacob en el reino celestial, 12 pero los hijos del reino serán lanzados a la oscuridad de afuera. Allí será el llanto y el crujido de los dientes.
13 Entonces Jesús dijo al centurión: Vé, que te sea hecho como creíste.
16 Cuando llegó la tarde le llevaron muchos endemoniados. Con su Palabra echó los demonios y sanó a todos los enfermos, 17 para que se cumpliera lo que el profeta Isaías dijo:
19 Un escriba se le acercó y le dijo: Maestro, te seguiré a dondequiera que vayas.
20 Jesús le respondió: Las zorras tienen guaridas y las aves del cielo nidos, pero el Hijo del Hombre no tiene dónde reclinar la cabeza.
21 Otro de los discípulos le dijo: Señor, permíteme primero ir y enterrar a mi padre.
22 Jesús le contestó: Sígueme, y deja a los muertos que entierren a sus muertos.
25 Lo despertaron y le clamaron: ¡Señor, sálvanos porque perecemos!
26 Les respondió: ¡Hombres de poca fe! ¿Por qué temen? Se levantó, reprendió a los vientos y al mar, y se produjo una gran calma.
27 Los hombres asombrados decían: ¿Quién es Éste, a Quien aun los vientos y el mar le obedecen?
29 De repente gritaron: ¿Qué tienes con nosotros, Hijo de Dios? ¿Llegaste aquí para atormentarnos antes de tiempo?
30 Lejos de ellos había una piara de muchos cerdos. 31 Los demonios le rogaban: Si nos echas, envíanos a la piara de los cerdos.
32 Les contestó: Vayan.
33 Los que los apacentaban huyeron, fueron a la ciudad y contaron todo lo que pasó con los endemoniados. 34 Toda la ciudad salió a encontrar a Jesús. Al verlo le rogaron que saliera de sus alrededores.
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