5 Después de tirar las piezas de plata en el Santuario, se retiró. Luego fue y se ahorcó.
6 Los principales sacerdotes tomaron las piezas de plata y dijeron: No es lícito echarlas en el tesoro por cuanto es precio de sangre. 7 Tomaron consejo y compraron con ellas el campo del alfarero como cementerio para extranjeros, 8 por lo cual fue llamado Campo de Sangre hasta hoy.
9 Entonces se cumplió lo dicho por el profeta Jeremías:
12 Al ser acusado por los principales sacerdotes y los ancianos, Él nada respondió.
13 Pilato entonces le preguntó: ¿No oyes cuántas cosas testifican contra Ti?
14 Pero no le respondió ni una palabra, hasta el punto de asombrar en gran manera al procurador.
17 Al reunirse ellos, Pilato les preguntó: ¿A quién quieren que les suelte: A Barrabás o a Jesús, el llamado Cristo? 18 Porque sabía que por envidia lo entregaron.
19 Cuando él estaba sentado en el tribunal, su esposa le mandó a decir: No te metas con ese Justo, porque hoy he sufrido mucho en sueños a causa de Él.
20 Pero los principales sacerdotes y los ancianos persuadieron a la multitud para que pidieran a Barrabás y mataran a Jesús.
21 El procurador les preguntó: ¿A cuál de los dos quieren que les suelte?
22 Pilato les preguntó: ¿Qué hago a Jesús, el llamado Cristo?
23 Él insistió: ¿Pues qué mal hizo?
24 Al ver Pilato que nada se lograba, sino más bien se formaba un alboroto, tomó agua, se lavó las manos delante de la turba y dijo: ¡Soy inocente de la sangre de Éste! ¡Allá ustedes!
25 Todo el pueblo respondió: ¡Su sangre sea sobre nosotros y sobre nuestros hijos!
26 Entonces les soltó a Barrabás. Después de azotar a Jesús, lo entregó para que fuera crucificado.
27 Los soldados, después de llevar a Jesús a la residencia oficial del procurador, reunieron a toda la tropa alrededor de Él. 28 Después de desnudarlo, le pusieron un manto escarlata. 29 Luego, trenzaron una corona de espinas y la pusieron en su cabeza. Colocaron una caña en su mano derecha. Lo ridiculizaban, se arrodillaban ante Él y le decían: ¡Honor a Ti, Rey de los judíos! 30 Lo escupieron, tomaron la caña y le golpeaban la cabeza.
33 Después de llegar a un lugar llamado Gólgota, es decir: Lugar de la calavera, 34 le dieron vino mezclado con hiel, pero luego de probarlo no quiso beber. 35 Después de crucificarlo, echaron suerte para repartirse sus ropas, 36 y sentados allí, lo vigilaban. 37 Por encima de su cabeza pusieron escrita la acusación contra Él: Éste es Jesús, el Rey de los judíos.
38 Dos ladrones fueron crucificados con Él: uno a la derecha y otro a la izquierda. 39 Los que pasaban lo insultaban, meneaban la cabeza,
41 De igual manera, los principales sacerdotes se burlaban junto con los escribas y ancianos, y decían: 42 A otros salvó, Él mismo no se puede salvar. ¡Es Rey de Israel! ¡Descienda ahora de la cruz, y creeremos en Él! 43 Confió en Dios. Que lo libre ahora si quiere, porque dijo: Soy Hijo de Dios.
44 Del mismo modo lo insultaban los ladrones que fueron crucificados con Él.
45 Desde las 12 del día hasta las tres de la tarde hubo oscuridad sobre toda la tierra.
46 Alrededor de las tres de la tarde, Jesús exclamó a gran voz: Elí, Elí, ¿lemá sabajtani? Esto es: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me desamparaste?
47 Algunos de los que estaban allí, al oír esto, decían: Éste llama a Elías. 48 Al instante, uno de ellos corrió, tomó una esponja, la empapó en vinagre, la colocó en una caña y le daba de beber. 49 Pero los demás decían: Deja, veamos si Elías viene a salvarlo.
50 Entonces Jesús, después de clamar otra vez a gran voz, entregó el espíritu.
51 Sucedió que el velo del Santuario se rasgó en dos, de arriba abajo. La tierra fue sacudida y las rocas fueron partidas. 52 Se abrieron los sepulcros y muchos cuerpos de los santos que habían dormido fueron resucitados. 53 Cuando salieron de los sepulcros, entraron en la Ciudad Santa. Después de la resurrección de Él aparecieron a muchos.
54 Cuando el centurión y los que custodiaban a Jesús vieron el terremoto y lo que sucedía, se atemorizaron y dijeron: ¡En verdad Éste era Hijo de Dios!
55 Muchas mujeres estaban allí quienes miraban desde lejos. Ellas seguían y servían a Jesús desde Galilea, 56 entre las cuales estaban María Magdalena, María, la madre de Jacobo y José, y la madre de los hijos de Zebedeo.
59 José tomó el cuerpo, lo envolvió en una sábana limpia 60 y lo puso en un sepulcro nuevo de su propiedad, el cual había excavado en la roca. Y después de rodar una gran piedra hasta la entrada del sepulcro, se retiró.
61 Y María Magdalena y la otra María estaban sentadas allí frente al sepulcro.
65 Pilato les dijo: Ustedes tienen una guardia. Vayan, asegúrenlo como saben.
66 Ellos salieron, aseguraron el sepulcro y sellaron la piedra en compañía de la guardia.
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