2 Entonces llamó a un niño, lo puso en medio de ellos 3 y dijo: En verdad les digo: Si ustedes no son transformados y son como niños, de ningún modo entrarán en el reino celestial. 4 Por tanto cualquiera que se humille como este niñito es el mayor en el reino celestial.
5 Cualquiera que reciba a un niñito como éste en mi Nombre, me recibe a Mí. 6 Pero cualquiera que haga tropezar a uno de estos pequeños que creen en Mí, mejor es que se le cuelgue al cuello una piedra de molino de asno, y sea hundido en lo profundo del mar.
8 Por tanto, si tu mano o tu pie te es ocasión de caer, córtalo y échalo de ti. Es mejor entrar en la vida manco o cojo que ser echado con dos manos o dos pies en el fuego eterno. 9 Si tu ojo te es ocasión de caer, sácalo y échalo de ti. Mejor te es entrar tuerto en la vida que con dos ojos ser echado en el infierno de fuego.
10 Tengan cuidado de no menospreciar a uno de estos pequeños, porque les digo que sus ángeles en el cielo ven siempre el rostro de mi Padre celestial. [[ 11 ]]
22 Jesús le contestó: No te digo hasta siete veces, sino hasta 70 veces siete.
23 Por esto, el reino celestial fue comparado con un rey que quiso arreglar cuentas con sus esclavos. 24 Cuando él comenzó a arreglar cuentas, se le presentó uno que le debía 330 toneladas de plata. 25 Como éste no tenía con qué pagar, su señor ordenó que fuera vendido, y también su esposa, los hijos y todo lo que poseía, y que se le pagara la deuda.
26 Entonces el esclavo se postró ante él y le rogaba: Ten paciencia conmigo, y te pagaré todo. 27 Movido a compasión, el señor soltó al esclavo y le perdonó la deuda.
28 Pero cuando aquel esclavo salió, halló a uno de sus consiervos que le debía 100 denarios. Lo agarró, lo sofocaba y le decía: Si debes algo, paga.
29 Entonces su consiervo postrado le rogaba: Ten paciencia conmigo y te pagaré. 30 Pero él no quiso, sino fue y lo echó en prisión hasta que pagara la deuda.
31 Sus consiervos se entristecieron mucho cuando vieron lo que ocurrió. Fueron e informaron a su señor todo lo que sucedió.
32 Entonces su señor lo llamó y le dijo: Esclavo malvado, toda aquella deuda te perdoné porque me rogaste. 33 ¿No debías tú también tener misericordia de tu consiervo, como yo tuve misericordia de ti? 34 Y enfurecido, su señor lo entregó a los verdugos hasta que pagara todo lo que debía.
35 Así también mi Padre celestial les hará si no perdonan de corazón a su hermano.
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