4 Cuando pasaban por las ciudades, les entregaban los acuerdos aprobados por los apóstoles y ancianos de Jerusalén para que los practicaran. 5 Así las iglesias eran fortalecidas en la fe, y el número de ellas aumentaba cada día.
6 El Santo Espíritu les impidió hablar la Palabra en Asia. Viajaron a través de Frigia y Galacia. 7 Siguieron a Misia. Intentaban proseguir a Bitinia, pero el Espíritu de Jesús no les permitió. 8 De Misia bajaron a Troas.
13 Un sábado salimos fuera de la puerta de la ciudad, a la orilla del río, donde suponíamos que había un lugar de conversación con Dios. Nos sentamos y hablamos a las mujeres reunidas.
14 Escuchaba una mujer llamada Lidia de la ciudad de Tiatira, negociante en telas de púrpura, que adoraba a Dios. El Señor abrió su corazón para que estuviera atenta a lo dicho por Pablo. 15 Cuando fue bautizada, ella y su familia, nos rogó: Si me consideran fiel al Señor, entren en mi casa y reciban hospedaje. Y nos impulsó vigorosamente.
19 Pero sus amos, al ver que la esperanza de su ganancia se acabó, agarraron a Pablo y a Silas, y los arrastraron hasta la plaza pública ante las autoridades. 20 Cuando los presentaron ante los magistrados, dijeron: Estos judíos alborotan nuestra ciudad 21 y proclaman costumbres que no es lícito aceptar ni practicar, porque somos romanos.
22 La multitud se agolpó contra ellos. Los magistrados les rasgaron las ropas y mandaron azotarlos con varas.
25 Como a medianoche Pablo y Silas hablaban con Dios y cantaban himnos, y los presos los escuchaban.
26 De repente hubo un gran terremoto que sacudió los cimientos de la cárcel. Al instante todas las puertas fueron abiertas y las cadenas de todos los presos se soltaron.
27 Entonces despertó el carcelero y vio las puertas de la cárcel abiertas. Desenvainó su espada y se iba a suicidar, porque supuso que los presos se habían escapado.
28 Pero Pablo clamó a gran voz: ¡No te hagas algún mal! ¡Todos estamos aquí!
29 Entonces pidió luz y se precipitó adentro. Temblaba y se arrodilló ante Pablo y Silas. 30 Los condujo afuera y les preguntó: Señores, ¿qué hago para ser salvo?
31 Ellos respondieron: Cree en el Señor Jesús, y serás salvo, tú y tu casa. 32 Hablaron la Palabra del Señor a él y a todos los que estaban en su casa.
33 Los tomó en aquella hora de la noche y les lavó las heridas. De inmediato él fue bautizado y todos los de su casa. 34 Los subió a la casa, les sirvió alimentos y se gozó muchísimo porque creyó en Dios junto con toda su casa.
35 Cuando amaneció, los magistrados enviaron a los alguaciles para que dijeran al carcelero: Suelta a esos hombres.
36 El carcelero anunció a Pablo las palabras: Los magistrados enviaron a decir que ustedes sean soltados. Salgan ahora y vayan en paz.
37 Pero Pablo les respondió: Nos azotaron públicamente sin una sentencia apropiada. Aunque somos varones romanos, nos echaron en prisión, ¿y ahora encubiertamente nos expulsan? ¡Pues no! Vengan ellos mismos y sáquennos.
38 Los alguaciles informaron estas palabras a los magistrados. Al oír que eran romanos, se atemorizaron. 39 Los aguaciles fueron a la cárcel, trataron de pacificarlos, los sacaron y les rogaron salir de la ciudad.
40 Cuando salieron de la cárcel, fueron a la casa de Lidia. Vieron a los hermanos, los exhortaron y salieron.
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