1 Salió de allí. Vino a su tierra, y sus discípulos le siguieron. 2 Cuando llegó el sábado, se puso a enseñar en la sinagoga, y muchos que le oían se asombraban, diciendo: “¿De dónde ha sacado éste estas cosas?” y “¿Qué sabiduría se le ha dado a éste, para que por sus manos se realicen obras tan grandes? 3 ¿No es éste el carpintero, hijo de María y hermano de Santiago, José, Judá y Simón? ¿No están sus hermanas aquí con nosotros?” Así que se ofendieron con él.
4 Jesús les dijo: “Un profeta no carece de honor, sino en su propio país, entre sus parientes y en su propia casa.” 5 No pudo hacer allí ninguna obra poderosa, salvo que impuso las manos sobre algunos enfermos y los sanó. 6 Se asombraba de la incredulidad de ellos.
12 Salieron y predicaron que la gente debía arrepentirse. 13 Expulsaron a muchos demonios y ungieron con aceite a muchos enfermos y los sanaron. 14 El rey Herodes oyó esto, pues su nombre se había hecho conocido, y dijo: “Juan el Bautista ha resucitado de entre los muertos, y por eso actúan en él estos poderes.” 15 Pero otros decían: “Es Elías”. Otros decían: “Es un profeta, o como uno de los profetas”. 16 Pero Herodes, al oír esto, dijo: “Este es Juan, a quien yo decapité. Ha resucitado de entre los muertos”. 17 Porque el mismo Herodes había enviado y arrestado a Juan y lo había encerrado en la cárcel por causa de Herodías, la mujer de su hermano Felipe, pues se había casado con ella. 18 Porque Juan había dicho a Herodes: “No te es lícito tener la mujer de tu hermano.” 19 Herodías se puso en contra de él y deseaba matarlo, pero no pudo, 20 porque Herodes temía a Juan, sabiendo que era un hombre justo y santo, y lo mantenía a salvo. Cuando lo escuchó, hizo muchas cosas, y lo escuchó con gusto.
21 Llegó un día oportuno en que Herodes, en su cumpleaños, hizo una cena para sus nobles, los altos funcionarios y los principales hombres de Galilea. 22 Cuando la hija de Herodías entró y bailó, agradó a Herodes y a los que estaban sentados con él. El rey dijo a la joven: “Pídeme lo que quieras y te lo daré”. 23 Le juró: “Todo lo que me pidas, te lo daré, hasta la mitad de mi reino”.
24 Salió y le dijo a su madre: “¿Qué voy a pedir?”.
25 Ella entró inmediatamente con premura al rey y le pidió: “Quiero que me des ahora mismo la cabeza de Juan el Bautista en una bandeja”.
26 El rey lo lamentó mucho, pero por el bien de sus juramentos y de sus invitados a cenar, no quiso rechazarla. 27 Inmediatamente el rey envió a un soldado de su guardia y ordenó que trajera la cabeza de Juan; éste fue y lo decapitó en la cárcel, 28 y trajo su cabeza en una bandeja y se la dio a la joven; y la joven se la dio a su madre.
29 Cuando sus discípulos se enteraron de esto, vinieron, tomaron su cadáver y lo pusieron en un sepulcro.
30 Los apóstoles se reunieron con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y lo que habían enseñado. 31 Él les dijo: “Venid a un lugar desierto y descansad un poco”. Porque eran muchos los que iban y venían, y no tenían tiempo ni para comer. 32 Se fueron en la barca a un lugar desierto, solos. 33 Los [a]vieron ir, y muchos lo reconocieron y corrieron allí a pie desde todas las ciudades. Llegaron antes que ellos y se acercaron a él. 34 Salió Jesús, vio una gran multitud y se compadeció de ellos porque eran como ovejas sin pastor; y se puso a enseñarles muchas cosas. 35 Cuando se hizo tarde, sus discípulos se acercaron a él y le dijeron: “Este lugar está desierto, y ya es tarde. 36 Despídelos para que vayan al campo y a las aldeas de los alrededores y se compren el pan, porque no tienen qué comer.”
37 Pero él les respondió: “Dadles vosotros de comer”.
38 Les dijo: “¿Cuántos panes tienen? Id a ver”.
39 Les ordenó que todos se sentaran en grupos sobre la hierba verde. 40 Se sentaron en filas, de cien en cien y de cincuenta en cincuenta. 41 Tomó los cinco panes y los dos peces, y mirando al cielo, bendijo y partió los panes, y los dio a sus discípulos para que los pusieran delante, y repartió los dos peces entre todos. 42 Todos comieron y se saciaron. 43 Recogieron doce cestas llenas de trozos y también de los peces. 44 Los que comieron los panes fueron [c]cinco mil hombres.
45 Inmediatamente hizo que sus discípulos subieran a la barca y se adelantaran a la otra orilla, a Betsaida, mientras él mismo despedía a la multitud. 46 Después de despedirse de ellos, subió al monte a orar.
47 Cuando llegó la noche, la barca estaba en medio del mar, y él estaba solo en tierra. 48 Viendo que se afanaban en remar, pues el viento les era contrario, hacia la cuarta vigilia de la noche se acercó a ellos, caminando sobre el mar; y[d] hubiera querido pasar junto a ellos, 49 pero ellos, al verlo caminar sobre el mar, supusieron que era un fantasma, y gritaron; 50 pues todos lo vieron y se turbaron. Pero él habló enseguida con ellos y les dijo: “¡Anímense! ¡Soy yo![e] No tengáis miedo”. 51 Subió a la barca con ellos, y el viento cesó, y ellos se asombraron mucho entre sí, y se maravillaron; 52 porque no habían entendido lo de los panes, sino que tenían el corazón endurecido.
53 Cuando hubieron cruzado, llegaron a tierra en Genesaret y atracaron en la orilla. 54 Cuando bajaron de la barca, la gente lo reconoció inmediatamente, 55 y corrió por toda aquella región, y comenzó a llevar a los enfermos sobre sus esteras a donde oían que estaba. 56 Dondequiera que entraba — en las aldeas, o en las ciudades, o en el campo —, ponían a los enfermos en las plazas y le rogaban que sólo les dejara tocar los flecos[f] de su manto; y todos los que lo tocaban quedaban sanos.
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