11 Judit dijo de lejos a los guardias de las puertas: “Abran, abran la puerta, ahora. Dios está con nosotros, nuestro Dios, para mostrar su poder aún en Israel, y su fuerza contra el enemigo, como lo ha hecho hasta hoy.”
12 Sucedió que cuando los hombres de su ciudad oyeron su voz, se apresuraron a bajar a la puerta de su ciudad, y convocaron a los ancianos de la ciudad. 13 Todos corrieron juntos, grandes y pequeños, pues les parecía increíble que ella hubiera venido. Abrieron la puerta y los recibieron, haciendo un fuego para alumbrar, y los rodearon. 14 Ella les dijo en voz alta: “¡Alaben a Dios! ¡Alabado sea! Alabado sea Dios, que no ha retirado su misericordia de la casa de Israel, sino que ha destruido a nuestros enemigos por mi mano esta noche!”
15 Entonces sacó la cabeza de la bolsa, la mostró y les dijo: “He aquí la cabeza de Holofernes, el jefe del ejército de Asur, y he aquí el dosel bajo el cual se acostó en su embriaguez. El Señor lo hirió por la mano de una mujer. 16 Y vive el Señor, que me preservó en el camino que seguí, mi rostro lo engañó para su destrucción, y no cometió pecado conmigo, para mancillarme y avergonzarme.”
17 Todo el pueblo se asombró mucho, se inclinó y adoró a Dios, y dijo al unísono: “Bendito seas, Dios nuestro, que has humillado hoy a los enemigos de tu pueblo.”
18 Ozías le dijo: “Bendita eres, hija, a los ojos del Dios Altísimo, más que todas las mujeres de la tierra; y bendito es el Señor Dios, que creó los cielos y la tierra, que te ordenó cortar la cabeza del príncipe de nuestros enemigos. 19 Porque tu esperanza no se apartará del corazón de los hombres que se acuerdan de la fuerza de Dios para siempre. 20 Que Dios te convierta estas cosas en una alabanza perpetua, que te visite con bienes, porque no perdonaste la vida por la aflicción de nuestra raza, sino que evitaste nuestra ruina, andando por un camino recto ante nuestro Dios.”