2 En ese día, cántale: “¡Una viña agradable! 3 Yo, Yahvé, soy su guardián. La regaré a cada momento. Para que nadie la dañe, la guardaré de noche y de día. 4 No hay ira en mí, pero si encontrara cardos y espinas, ¡haría la batalla! Marcharía sobre ellos y los quemaría juntos. 5 O bien, que se apodere de mi fuerza, para que haga las paces conmigo. Que haga las paces conmigo”.
6 En los días venideros, Jacob echará raíces. Israel florecerá y brotará. Llenarán de frutos la superficie del mundo. 7 ¿Los ha golpeado como golpeó a los que los golpearon? ¿O los ha matado como mató a los que los mataron? 8 En la medida en que los expulsa, contiende con ellos. Los ha eliminado con su áspera ráfaga en el día del viento del este. 9 Por tanto, con esto será perdonada la iniquidad de Jacob, y éste es todo el fruto de la remoción de su pecado: que él haga que todas las piedras del altar sean como piedras de tiza desmenuzadas, de modo que los postes de Asera y los altares de incienso no se levanten más. 10 Porque la ciudad fortificada es solitaria, una morada desierta y abandonada, como el desierto. El becerro se alimentará allí, y allí se acostará, y consumirá sus ramas. 11 Cuando sus ramas se marchiten, serán cortadas. Las mujeres vendrán y les prenderán fuego, porque son un pueblo sin entendimiento. Por eso el que los hizo no tendrá compasión de ellos, y el que los formó no les mostrará ningún favor.
12 Sucederá en ese día que Yahvé trillará desde la corriente del Éufrates hasta el arroyo de Egipto; y ustedes serán reunidos uno por uno, hijos de Israel.
13 Sucederá en ese día que se tocará una gran trompeta; y vendrán los que estaban listos para perecer en la tierra de Asiria, y los que estaban desterrados en la tierra de Egipto, y adorarán a Yahvé en el monte santo de Jerusalén.
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