1 Por lo tanto, debemos prestar más atención a las cosas que se escucharon, para que no nos desviemos. 2 Porque si la palabra hablada por medio de los ángeles resultó firme, y toda transgresión y desobediencia recibió un justo castigo, 3 ¿cómo escaparemos nosotros si descuidamos una salvación tan grande, la cual, habiendo sido hablada al principio por medio del Señor, nos fue confirmada por los que oyeron, 4 testificando Dios también con ellos, tanto por señales como por prodigios, por diversas obras de poder y por dones del Espíritu Santo, según su propia voluntad?
5 Porque no sometió a los ángeles el mundo venidero, del que hablamos. 6 Pero uno ha testificado en alguna parte, diciendo,
10 Porque convenía a aquel por quien son todas las cosas y por quien son todas las cosas, al llevar a muchos niños a la gloria, perfeccionar por aflicciones al autor de la salvación de ellos. 11 Porque tanto el que santifica como los santificados proceden todos de uno, por lo que no se avergüenza de llamarlos hermanos, 12 diciendo,
13 De nuevo: “Pondré mi confianza en él”. De nuevo: “He aquí que estoy con los hijos que Dios me ha dado”. 14 Puesto que los hijos participaron de la carne y de la sangre, también él participó de lo mismo, para anular por medio de la muerte al que tenía el poder de la muerte, es decir, al diablo, 15 y liberar a todos los que, por temor a la muerte, estaban durante toda su vida sujetos a esclavitud. 16 Porque ciertamente, no da ayuda a los ángeles, sino que da ayuda a la descendencia de Abraham. 17 Por eso estaba obligado en todo a hacerse semejante a sus hermanos, para llegar a ser un sumo sacerdote misericordioso y fiel en las cosas de Dios, para expiar los pecados del pueblo. 18 Porque habiendo sufrido él mismo la tentación, puede ayudar a los que son tentados.
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