1 Estos son los jefes de familia de sus padres, y esta es la genealogía de los que subieron conmigo desde Babilonia, en el reinado del rey Artajerjes:
15 Los reuní hasta el río que corre hacia Ahava, y allí acampamos tres días. Entonces miré alrededor del pueblo y de los sacerdotes, y encontré que no había ninguno de los hijos de Leví. 16 Entonces mandé llamar a Eliezer, a Ariel, a Semaías, a Elnatán, a Jarib, a Elnatán, a Natán, a Zacarías y a Mesulam, hombres principales; también a Joiarib y a Elnatán, que eran maestros. 17 Los envié a Iddo, el jefe, al lugar de Casifia, y les dije lo que debían decir a Iddo y a sus hermanos, los servidores del templo en el lugar de Casifia, para que nos trajeran ministros para la casa de nuestro Dios. 18 Conforme a la buena mano de nuestro Dios sobre nosotros, nos trajeron un hombre discreto, de los hijos de Mahli, hijo de Leví, hijo de Israel, a saber, Serebías, con sus hijos y sus hermanos, dieciocho; 19 y Hasabías, y con él Jesaías, de los hijos de Merari, sus hermanos y sus hijos, veinte; 20 y de los servidores del templo, que David y los príncipes habían dado para el servicio de los levitas, doscientos veinte servidores del templo. Todos ellos fueron mencionados por su nombre.
21 Entonces proclamé un ayuno allí, en el río Ahava, para humillarnos ante nuestro Dios y buscar de él un camino recto para nosotros, para nuestros pequeños y para todas nuestras posesiones. 22 Porque me daba vergüenza pedir al rey una banda de soldados y jinetes que nos ayudara contra el enemigo en el camino, porque habíamos hablado con el rey diciendo: “La mano de nuestro Dios está sobre todos los que lo buscan, para bien; pero su poder y su ira están contra todos los que lo abandonan.” 23 Así que ayunamos y rogamos a nuestro Dios por esto, y él nos concedió nuestra petición.
24 Entonces aparté a doce de los jefes de los sacerdotes, a Serebías, a Hasabías y a diez de sus hermanos con ellos, 25 y les pesé la plata, el oro y los utensilios, la ofrenda para la casa de nuestro Dios, que habían ofrecido el rey, sus consejeros, sus príncipes y todo Israel allí presente. 26 Pesé en su mano seiscientos cincuenta talentos de plata, cien talentos de recipientes de plata, cien talentos de oro, 27 veinte copas de oro que pesaban mil dracmas, y dos recipientes de bronce fino y brillante, preciosos como el oro. 28 Les dije: “Vosotros sois santos para Yahvé, y los vasos son santos. La plata y el oro son una ofrenda voluntaria a Yahvé, el Dios de vuestros padres. 29 Velen y guárdenlos hasta que los pesen ante los jefes de los sacerdotes, los levitas y los príncipes de las casas paternas de Israel en Jerusalén, en las salas de la casa de Yahvé.”
30 Los sacerdotes y los levitas recibieron el peso de la plata, el oro y los utensilios, para llevarlos a Jerusalén, a la casa de nuestro Dios.
31 Entonces partimos del río Ahava el duodécimo día del primer mes, para ir a Jerusalén. La mano de nuestro Dios estaba sobre nosotros, y nos libró de la mano del enemigo y de los bandidos en el camino. 32 Llegamos a Jerusalén y nos quedamos allí tres días. 33 Al cuarto día se pesó la plata, el oro y los utensilios en la casa de nuestro Dios, en manos de Meremot, hijo del sacerdote Urías; con él estaba Eleazar, hijo de Finees, y con ellos estaban Jozabad, hijo de Jesúa, y Noadías, hijo de Binúi, los levitas. 34 Todo fue contado y pesado, y todo el peso fue escrito en ese momento.
35 Los hijos del cautiverio, que habían salido del exilio, ofrecieron holocaustos al Dios de Israel: doce toros por todo Israel, noventa y seis carneros, setenta y siete corderos y doce machos cabríos como ofrenda por el pecado. Todo esto fue un holocausto para Yahvé. 36 Entregaron los encargos del rey a los gobernadores locales del rey y a los gobernadores del otro lado del río. Así mantenían al pueblo y a la casa de Dios.
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