Tito
2 En la esperanza de la vida eterna, que se hizo cierta antes del tiempo eterno, por la palabra de Dios que es siempre verdadera;
3 Que, en su tiempo, dejó en claro su palabra, de las cuales, por orden de Dios nuestro Salvador, me convertí en predicador;
4 A Tito, mi verdadero hijo en nuestra fe común: Gracia, misericordia y paz, de parte de Dios el Padre y de Jesucristo nuestro Salvador.
5 No te llevé conmigo cuando me fui de Creta, para que pudieras hacer lo que fuera necesario para poner las cosas en orden allí, colocando hombres en autoridad sobre las iglesias en cada ciudad, como te dije;
6 Hombres que tienen un buen historial, marido de una esposa, cuyos hijos son de la fe, hijos de los cuales no se puede decir que se les da por vivir en mala conducta o rebeldes.
7 Porque es necesario que un Obispo sea un hombre de virtud, como el siervo de Dios; no soberbio, no se mueve rápidamente a la ira o los golpes, no codicioso de obtener ganancias para sí mismo;
8 Pero abriendo su casa libremente a los huéspedes; un amante de lo que es bueno, serio, recto, santo, con dominio propio ;
9 Mantener la verdadera palabra de la enseñanza, para que él pueda consolar con la enseñanza correcta y convencer a los que contradicen.
10 Porque hay muchos que no se someten a la autoridad; necios habladores, falsos maestros, especialmente los de la circuncisión,
11 A los cuales tenemos que tapar la boca ; que toman dinero para enseñar cosas que no son correctas; estos tendrán que ser detenidos.
12 Uno de sus profetas ha dicho: Los hombres de Creta son mentirosos, bestias malvados, amantes de la comida, que aborrecen el trabajo.
13 Este testimonio es verdad. Así que diles palabras fuertes para que puedan llegar a la fe correcta,
14 Sin prestar atención a las ficciones de los judíos y las reglas de los hombres que no tienen ningún conocimiento verdadero.
15 Para los limpios de corazón, todas las cosas son limpias; pero para los que son inmundos y sin fe nada está limpio; se vuelven impuros en la mente y en el pensamiento.
16 Dicen que tienen conocimiento de Dios, mientras que por sus actos le están dando la espalda; son odiados por todos, de corazón duro. Reprobados en cuanto a toda buena obra.
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