2 La enseñanza de los bautismos, y de la imposición de manos, y de la resurrección de los muertos, y del juicio en el último día.
3 Ahora haremos esto, si Dios nos deja.
4 En cuanto a aquellos que en algún momento vieron la luz, saboreando las cosas buenas del cielo y teniendo su parte en el Espíritu Santo,
5 Con el conocimiento de la buena palabra de Dios y de los poderes del tiempo venidero,
6 Y recayeron, no es posible que sus corazones se hagan nuevos por segunda vez; porque ellos mismos pusieron al Hijo de Dios en la cruz de nuevo, avergonzándolo abiertamente.
7 Porque una tierra, bebiendo bajo la lluvia frecuente y produciendo buenas plantas para aquellos para quienes es trabajada, tiene una bendición de Dios:
8 Pero si arroja espinas y malas plantas, no sirve de nada y está listo para ser maldecido; su único fin es quemarse.
9 Pero, amados míos, aunque digamos esto, estamos seguros de que tienes mejores cosas en ti, cosas que van con la salvación;
10 Porque Dios es Justo, y no olvidará lo que ustedes han hecho y el trabajo de amor que han mostrado por su nombre, en la ayuda que diste y aún das a los santos.
11 Y es nuestro deseo que todos puedan mantener la misma diligencia y certeza de esperanza hasta el final:
12 Para que no sean lentos en su corazón, sino que tomen como ejemplo a aquellos a quienes Dios les ha dado su herencia, debido a su fe y su paciencia.
13 Porque cuando Dios hizo su juramento a Abraham, porque no había juramento mayor, lo hizo por sí mismo,
14 Diciendo: Ciertamente te bendeciré con abundancia, y tu descendencia será numerosa.
15 Y así, cuando había estado esperando con calma durante mucho tiempo, la palabra de Dios para él se llevó a efecto.
16 Porque los hombres en todo tiempo hacen sus juramentos por lo que es mayor; y cualquier argumento se termina por la decisión del juramento.
17 De modo que cuando fue el deseo de Dios dejarlo especialmente claro para aquellos que por su promesa debían tener la herencia, que su propósito estaba arreglado, lo hizo más seguro con un juramento;
18 Para que por dos cosas que no pueden cambiarse; tengamos un gran consuelo en dos cosas, en las que no es posible que Dios mienta; los que hemos buscado la protección de Dios y hemos confiado en la esperanza que él nos ha dado.
19 Y esta esperanza es como una ancla fuerte para nuestras almas, fija y segura, y que entra en lo que está dentro del velo;
20 Donde Jesús ha ido delante de nosotros, como sumo sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec.
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