2 Y sucedió que después de haber devorado toda la hierba de la tierra, dije: Oh Señor Dios, ten piedad: ¿cómo podrá Jacob resistir? porque él es pequeño.
3 El Señor, cambiando su propósito sobre esto, dijo: No será.
4 Esto es lo que el Señor me dejó ver: y vi que el Señor Dios envió un gran fuego para ser el instrumento de su castigo; y, después de quemar el gran abismo, estaba a punto de poner fin a la herencia del Señor.
5 Entonces dije: Oh Señor Dios, que haya un final: ¿cómo podrá Jacob resistir? porque él es pequeño.
6 El Señor, cambiando su propósito sobre esto, dijo: Y esto no será.
7 Esto es lo que me dejó ver: y vi al Señor estaba junto a una pared construida a plomada de albañil, y él tenía una plomada de albañil en la mano.
8 Y el Señor me dijo: Amós, ¿qué ves? Y yo dije: Una plomada de albañil. Entonces el Señor dijo: Mira, pondré una plomada de albañil entre mi pueblo Israel; Nunca más los dejaré sin castigo.
9 Y los lugares altos de Isaac serán despoblados, y los lugares sagrados de Israel serán destruidos; y me enfrentaré a la familia de Jeroboam con la espada.
10 Entonces Amasías, el sacerdote de Betel, envió a Jeroboam, rey de Israel, diciendo: Amós ha hecho planes contra ti entre el pueblo de Israel; la tierra no puede soportar todas sus palabras.
11 Porque Amós ha dicho: Jeroboam será atacado a la espada, e Israel ciertamente será llevado como prisionero fuera de su tierra.
12 Y Amasías dijo a Amós: ¡Oh vidente, huye a la tierra de Judá, y allí gana tu vida trabajando como profeta!
13 Pero ya no seáis profeta en Betel, porque es el lugar santo del rey y la casa del rey.
14 Entonces Amós respondió a Amasías: Yo no soy profeta, ni uno de los hijos de los profetas. Soy un pastor y uno que cuida los sicómoros.
15 Y el Señor me sacó del rebaño, y el Señor me dijo: Ve, sé profeta para mi pueblo Israel.
16 Ahora pues, presta atención a la palabra del Señor: Tú dices: No seas profeta de Israel, y no digas una palabra contra el pueblo de Isaac.
17 Así que esto es lo que el Señor ha dicho: tu esposa será una mujer ramera en la ciudad, y tus hijos y tus hijas serán atacados a la espada, y tu tierra será en partes por una línea; y tú mismo llegarás a tu fin en una tierra inmunda, e Israel ciertamente será llevado prisionero fuera de su tierra.
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